Segunda etapa del viaje
Primera semana en Piura y escapada a Sto Domingo.
El lunes empezamos a trabajar en el Centro de Reposo. Salíamos de Morropón nerviosas porque nunca habíamos estado en contacto con pacientes del ámbito de la salud mental. Desconocíamos por completo lo que nos podíamos encontrar, pero aun así teníamos ganas y nos lanzamos a la aventura. Laura y Sara fueron al pabellón de crónicos, mientras Ana y Maria fueron al de agudos. Estuvimos haciendo actividades con los pacientes: estiramientos, ejercicio en las canchas, manualidades, pintar mandalas... Pero sobretodo hemos estado preparando la decoración para las fiestas patrias que se celebran el día 28 de este mes, fecha significativa para la población peruana. Para ello, hemos estado pintando banderas y símbolos peruanos como también practicando una canción con percusión que tendremos que representar en directo.
Nos tomamos un descanso el fin de semana para visitar Santo Domingo. Tanto Joana como Nathalia nos habían estado hablando sobre lo maravilloso que fue cuando ellas fueron como estudiantes, así que teníamos las expectativas muy altas. Después de unas horas de viaje, llegamos. No nos decepcionamos para nada. Ese pueblo perdido en la sierra de pocos cientos de habitantes nos dio un respiro de libertad. Todas esas casitas rodeadas de naturaleza fueron de lo más auténtico que vimos, junto a las personas que las habitaban.
Esa misma noche conocimos a María, una mujer encantadora que nos cocinaría los días que estuviéramos allí y nos ayudaría en todo lo que le pidiéramos y más. Después de dar una vuelta al pueblo, fuimos a dormir. Teníamos que descansar para la excursión del día siguiente.
Madrugamos para ir a las cataratas de Ñoma, y con un buen plato de patatas fritas en el estómago, empezamos a caminar. Eladio y Harry, nuestros guías de la zona, nos acompañaron hasta el destino. El camino se nos hizo difícil. Era cuesta tras cuesta, pero todas llegamos orgullosas por el esfuerzo realizado y más que satisfechas con las vistas que teníamos desde allí arriba. Fue precioso poder ver esa cantidad de naturaleza y respirar aire fresco, acostumbradas a la enorme contaminación entre la que vivimos día tras día en la ciudad.
La bajada se nos hizo más amena, y para concluir, Eladio nos dio a probar una caña de azúcar que había en una plantación cercana. Estaba riquísima.
Para terminar, subimos al mirador de Sto Domingo. Estábamos exhaustas pero no podíamos irnos sin subir. Las vistas eras espectaculares, se veía cada rincón del pueblo y aprovechamos para disfrutarlo mientras se ponía el sol.
Era nuestra última noche allí, pero aún nos quedaba toda la mañana siguiente para visitar los caracoles. Nos levantamos pronto para que nos diera tiempo a hacer la excursión pero también para ver unas llamas que tenían pastando por el campo de fútbol. Nos encantó poder ver estos animales únicos en su hábitat natural, ya que son símbolo de identidad peruana.
Nos apresuramos a subir a los caracoles. Coincidió en que fue domingo y todo el pueblo se mobilizó hasta la iglesia para asistir a la misa, incluso los caseríos rurales. Así que mientras ascendíamos para llegar al destino, vimos toda clase de personas y vestimenta característica de la zona. ¡Qué auténtico!
Al llegar al caracol, aprovechamos para sacar alguna que otra foto y subir por las piedras erosionadas del río para disfrutar de un baño al sol en los alrededores de Sto Domingo. Fue un gusto disfrutar del último día del fin de semana todas juntas rodeadas de naturaleza.
Aprovechamos para llevarnos bollos y tartas típicas de la zona y después de una larga espera, subimos al bus que nos llevaría de vuelta a casa.
Nos hubiera gustado poder ver la meseta, pero fue imposible. ¡Otra vez será!
En general, salimos con muy buenas sensaciones y con las pilas recargadas para empezar la semana. Es la última antes de volver definitivamente a casa, así que hay que aprovechar el tiempo que nos queda aquí.
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